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COLABORACIONES

¡Que se larguen!

Agosto 05, 2015

En 1970, cuando era presidente de México Luis Echeverría Álvarez, --si, el mismo que estaba tras las cortinas del 68-Tlatelolco y luego del 71-Halcones, y que por lo mismo nunca jamás se le habrá de olvidar—por ese año andaba en México una periodista española que se llamaba Encarna Sánchez, “Encarnita Sánchez” para los mexicanos. Por varias razones se hizo muy famosa: primero por su programa de radio “Misión Cumplida” y luego porque le gritaron el artículo 33 al oído.

Era un programa dirigido a la clase popular. Su auditorio nocturno estaba compuesto por gente de trabajo, taxistas, y gente muy humilde que, o estaba trabajando o a esa hora escuchaba la radio y le platicaban al aire sus tragedias personales, ya de relación o de carencias…

…Ella, en tono mesiánico, y con voz grave y meliflua, daba consejos, lamentaba las tragedias, las hacía más gordas de lo que eran y decía cosas que indignaban al auditorio por las razones de tanta pobreza y quebranto. Hacía ver la injusticia de muchas de los casos y –-como hija de un español republicano-comunista que murió fusilado por lo mismo—invitaba a que se reflexionara en lo aberrante de la situación, pero también daba fórmulas y apapachos emocionales.

Por entonces un grupo de mexicanos agraviados por la ofensa de exhibir las miserias nacionales pidió-gritó-exigió que le aplicaran el 33 Constitucional, que habla de que los extranjeros en México extranjeros son y no deben meter su cuchara opinando de los asuntos de interés nacional.

Hubo desgarre de vestiduras, hubo gritos y primeras planas de periódicos y analistas sesudos que echaban gasolina a la hoguera en la que habría de arder la famosa Encarnita Sánchez. “¡Que se largue!” fue el grito nacionalista entonces. La mujer tuvo que huir del país mexicano.

Caso similar había ocurrido años antes cuando el escritor Oscar Lewis se atrevió a escribir y publicar un ensayo antropológico sobre la pobreza en México: “Los hijos de Sánchez”.

El ensayo del neoyorquino describe la vida, costumbres y valores de una familia mexicana que vive en una vecindad de Tepito en la ciudad de México de los años 40 y 50 del siglo pasado. El estudio recorre esas vidas a través de la voz de cuatro hermanos huérfanos de madre y criados por su padre. Aspectos como la pobreza, la violencia doméstica, el abuso contra la mujer, el rudo mundo masculino y la vecindad como espacio de identidad son presentados de una manera cruda.

El libro hizo poner los pelos de punta a nacionalistas xenófobos de México. Pidieron castigo legal para Lewis “´por hablar mal de México y los mexicanos”, por traidor, por mentiroso, por infame… Todo eso era Lewis para los próceres de la patria. Además, todo esto hizo que corrieran del Fondo de Cultura Económica al editor Arnaldo Orfila Reynal por haberlo publicado ahí.

Y así muchos ejemplos de aquelarres y odios innecesarios; expresión más que acabada del grado de xenofobia que nos envuelve, después del racismo en el que nos guisamos.

Por estos días “se debate” la expulsión de México de una señora que, al parecer, le cae gorda a muchos. Tiene un programa en Televisa de lunes a viernes por la tarde. Se llama Laura Bozzo y se le conoce como “Laura de América” o “Señorita Laura”.

Resulta que esta vez a unos mexicanos que fruta no vendían han seguido el impulso de la diputado del PRD Verónica Juárez Piña, presidenta de la Comisión Ordinaria de Derechos de la Niñez y quieren aplicarle el artículo 33 a la “Señorita Laura”. Y para ello “de su pasado preguntan todo, que cómo fue…” Y así exponen que tuvo problemas legales en Perú, asuntos de cárcel, asuntos de relación, que salió mal de su país, que ha estado en otros de donde ha sido expulsada y que además tiene un programa y que… Y la diputada lanza la primera piedra.

‘Expone la pobreza de los mexicanos, hace escarnio de esa pobreza. Que su programa está lleno de mediocridad, amarillismo, incitación a la violencia, falsedad sin credibilidad y acciones humillantes y degradantes para las personas que deciden participar en su programa…’. Con esto la diputada Juárez genera odios y rencores xenófobos.

El tema ya está en el Senado de la República cuya Comisión Permanente informó que da seguimiento al caso de la conductora peruana. Y ya fue publicado en la Gaceta Parlamentaria. “Los extranjeros no podrán inmiscuirse de ninguna manera en los asuntos políticos del país”, dice la ley. Bueno.

El tema es que si, que en efecto el tema de la pobreza y su exposición sardónica es frecuente en la televisión mexicana. Hace años Luis Manuel Pelayo hacía algo parecido o peor: por unas cubetas de plástico hacía que hombres o mujeres se arrastraran por el piso, o hicieran actos verdaderamente denigrantes e indignos. Televisa entonces, como ahora, hacía suya la ley de Herodes: “Hago televisión para jodidos” dijera Emilio Azcárraga Milmo. Cosa parecida hace hoy mismo otra conductora en Televisión Azteca: pero es mexicana.

El problema no es el personaje; el problema es el contenido de los programas de televisión tanto de Televisa como de Azteca, que lucran con la pobreza de formas distintas: ya en la exposición de tragedias como disfrazadas de telenovelas o de programas de ayuda social en donde la mercancía es, precisamente, la pobreza.

Mal hacemos los mexicanos en matar al perico y no revisar el árbol en el que se posa.

Mal hacemos en desahogar odios en una persona y no corregir el problema de las televisoras que en efecto lucran con la pobreza nacional, estimulándola y haciendo apología de ella. Mal estamos si la xenofobia se asienta en nuestras conciencias. Mal estamos si no exigimos cambios en las concesiones y dejamos que ahí, en la televisión mexicana esté el poder y se lucre con la pobreza.

JOEL HERNANDEZ SANTIAGO

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